miércoles, 14 de diciembre de 2011

Artículo Diario de Almería 12.12.11 DESCENSO SOCIAL

DESCENSO SOCIAL

El día en que se conocieron los datos de paro de noviembre estaba comprando en un supermercado de mi barrio cuando, al parecer, una señora intentó llevarse un pintalabios. Al verse sorprendida lo tiró detrás de unas botellas. Si la señora hubiera tenido un aspecto amenazante quizás la hubieran dejado irse sin más, pero cuando no corres peligro es más fácil demostrar tu superioridad moral. Le urgían a que apareciera, ella removía las botellas y al final quién apareció fue la policía. Si no hubiera sido tan similar al del resto de los clientes, alguien hubiera hecho los habituales comentarios sobre la inseguridad. En su lugar, todos miramos para otra parte, intentado borrar una imagen que nos inquietaba. Por su aspecto, es posible que no hace mucho viviera de forma desahogada y viajara al extranjero en vacaciones. La crisis llega a las clases medias y ese descenso social se vive en el ámbito privado, de forma discreta y disimulada aunque sea tapando el orgullo con lápiz de labios robado.

Ese mismo día conocimos los datos de protección por desempleo, fue la primera vez que la protección baja del 70% de los parados cuando hace tan sólo dos años superaban el 90%. Peor es si vemos estos datos por modalidades de protección. Los que reciben prestación contributiva, lo que todo el mundo llama “cobrar el paro” para diferenciarlo de la “ayuda”, descienden más rápido: en octubre eran 19.000, un número similar al de mayo de 2008. Pero entonces había 36.500 parados y ahora son 74.000. El resto, hasta 52.000 beneficiarios, cobra 426 €. Y algunos de estos subsidios también empiezan a agotarse. No deja de ser significativo que la única prestación cuyo aumento no se detiene sea la renta activa de inserción, lo que cobran mayores de 45 años cuando ya han agotado todo lo demás.

La crisis, pues, está arrastrando a miles de personas que nunca antes pasaron dificultades, y que se enfrentan no ya a la perdida del empleo sino al temor de no volver a tenerlo nunca. El empobrecimiento de las clases medias debilita el corazón demográfico de nuestra sociedad, daña la cohesión social y crea el ambiente propicio para que triunfe cualquier populismo. La causa de este deterioro es el paro de larga duración que agota ya las prestaciones por desempleo y aumenta la desigualdad. Frenarlo, reactivando la actividad debiera ser la principal preocupación de nuestros gobernantes. Los nuevos pobres asisten ahora con sorpresa a su situación, pero si esta se alarga, si no se ve esperanza quizás la sorpresa se transforme en rabia y ya no se cogerán simplemente barras de labios.

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