52 AÑOS Y PARADO
En
esta columna he hablado en alguna ocasión de cómo ha cambiado en Almería la
composición del desempleo. Una provincia en la que durante más de 20 años la
característica principal del paro era la estacionalidad y con ello la corta
duración –un tercio de los parados estaba menos de tres meses desempleados- ha
pasado a tener un paro de larga duración que afecta al 36% de los inscritos. La
consecuencia es que personas que fueron perdiendo su empleo a partir de 2008, con
47 y 48 años, han ido agotando la protección y ahora, como primer acto tras
cumplir los 52 solicitaban el subsidio que les mantendría con 426€ hasta una
jubilación o hasta encontrar un empleo. Bueno, eso ha cambiado. ¿Cómo? ¿Han
encontrado ese trabajo? Pues no, claro que no, ya advirtió el Presidente del
Gobierno que no se iba a crear empleo “en el corto plazo”. La solución es más del
tipo: muerto el perro se acabó la rabia.
El
subsidio para mayores de 52 años pasa ahora a mayores de 55. Los nacidos en
1960 que, agotado todo, pidieron cita en la Oficina de Empleo el viernes trece
de julio podrán cobrarlo. Los que pidieron cita el lunes 16 no. Ahora habrá que
tener 55 años pero no en el momento de pedirlo, sino en el momento de agotar la
prestación o subsidio tras el cual podrían pedirlo. Esto es, si alguien agota
la prestación con 51 años ya no le basta con estar inscrito y solicitarlo a los
55, tiene que tener esa edad en aquel momento de agotar. Y, otro detalle, ya no
durará hasta alcanzar la edad ordinaria de jubilación, los 65 o los 67 o la que
se ponga, dado que vamos elevando la edad de jubilación hasta dejarla en unos
días antes de morir. Este subsidio finaliza cuando se alcance una edad que
permita jubilarse, aunque sea anticipadamente y con el consiguiente descuento en
la pensión por cada año que falta hasta esa edad ordinaria. Y este es el
panorama del futuro: un gran número de pensiones de jubilación serán mínimas.
Así se logra el envejecimiento activo al que, como un sarcasmo, se refiere el
decreto. La actividad consistirá en recorrerse supermercados buscando ofertas
de alimentación, supongo.
Me
pregunto si nuestros representantes políticos escuchan desde sus insonorizados
despachos cómo se resquebraja la paz social. Al igual que la peste medieval, el
mal que empezó golpeando la periferia, las clases más bajas, se ha ido
extendiendo al burgo. Las manifestaciones del jueves 19 fueron un ejemplo del hartazgo
que empieza a apoderarse de la moderada clase media. Si no se frena el mal, ni
todos los muros del castillo donde se refugian estos nuevos nobles, podrán
salvarles.
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