domingo, 8 de abril de 2012

Artículo en mi sección Suelo Mojado Diario de Almería del Lunes 2 de abril de 2012

TRAS LA EUFORIA
La euforia que vivió la sede del PSOE de Almería en la noche electoral fue más la reacción aliviada de quien se veía morir ahogado y le salvan los vigilantes de la playa, en este caso el resto de Andalucía y la abstención, que por sus resultados. El PSOE no puede felicitarse de lo ocurrido en la provincia. No, si aspira a ser algo más que una hoja en el viento, dependiendo, para estar un poco mejor o un poco peor, de si los ciudadanos deciden ir a votar al PP o se abstienen. Es bueno que su Secretario general lo haya reconocido así en su reciente comité provincial. No hay que engañarse porque la realidad es que estas son las elecciones autonómicas en las que, por primera vez, el PP representa a más de la mitad de los votantes, el 51,35% y el PSOE almeriense al 35,26%. Basta de lamentarse de si falta un voto más, porque esos resultados no son, en absoluto, lo importante, salvo que se conciba al partido como una simple maquinaria electoral.
El agobio de las campañas electorales ha pasado, la necesidad autoimpuesta de los dirigentes del partido de justificarse mediante un resultado electoral, también. Ahora es el tiempo adecuado para que el PSOE almeriense reflexione. La razón de su existencia no es la de ser una maquinaria electoral, sino la de liderar una sociedad que cambia, cada vez más al margen del partido. Urge que convoque su propia conferencia política, que debata otra forma de relacionarse con los militantes y con la sociedad, que introduzca la elección por sufragio universal de su secretario general para acabar de una vez por todas con divisiones en grupos, clanes, o sectas. Ser líder exige, como dijo Kostenbaum, visión, comportamiento ético, fiabilidad y coraje. Su combinación es la clave del liderazgo, y no parecen bien combinadas en el PSOE local. Ese partido necesita derribar sus muros internos y externos, abrirse al interior sin temer, y mucho menos perseguir, opiniones y críticas. Al contrario debería fomentarlas y crear cauces que permitan implicar a los militantes, de forma real y directa, en la toma de decisiones. Desde luego lo que sobra en el PSOE son, parafraseando a Shakespeare, siervos respetuosos que doblen la rodilla, aduladores, verdugos voluntarios, y todos aquellos que hacen de atacar al que opina libremente una forma indirecta de presentar su solicitud de empleo al jefe. Y así, cuando todos sean conscientes de que la militancia no garantiza más que trabajo y que el respeto a la libertad de expresión y opinión es la primera obligación de sus cargos, podrá abrirse a una sociedad viva, que se organiza, que se mueve, y que hace tiempo dejó de tener en el PSOE un referente.

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