lunes, 16 de julio de 2012

MATAR UN FUNCIONARIO. Diario de Almería 2 de julio de 2012


MATAR UN FUNCIONARIO

Matar funcionarios puede parecer una propuesta algo dura a las mentes sensibles, pero si con ello se soluciona la crisis habrá que hacerlo. La idea, por otra parte, solo pretende llevar a sus últimas consecuencias la frase de una diputada popular: “no basta con rebajar el sueldo a los funcionarios, sino que es necesario eliminar empleo público, no queda otro remedio”. Bien, si no queda otro remedio hágase. Al fin y al cabo los funcionarios, esa gente sin alma, han seguido tomando café y leyendo el periódico, ajenos a los problemas del país. Además, si se nos va la mano en el recorte, se puede remediar contratando a algún familiar, amigo, o compañero de partido, que no sería la primera vez.

Sobran funcionarios, ese es el mantra que de tanto repetirse se acepta ya como verdad incuestionable. Pero el razonamiento no debiera quedarse ahí, porque si sobrasen sería debido a que había más de los necesarios. Es decir, a que durante años se habrían ido acumulando nuevas incorporaciones que no surgían por generación espontanea. No te presentabas una mañana y encontrabas dos funcionarios más que, al igual que los hongos, habían florecido por la noche. Alguien los contrató, alguien con responsabilidad política en alguna de esa amalgama de Administraciones que va desde entidades menores a ayuntamientos, mancomunidades, diputaciones, comunidades autónomas, empresas públicas, sociedades, fundaciones, agencias y el Estado.

Sin embargo, en España ni hay demasiados funcionarios – basta con comparar con los de cual otro país europeo- ni sus salarios son la repanocha. Distinto sería como se haya producido, en algunos o muchos casos, el acceso al empleo público, especialmente en los últimos años. Especial, pero no únicamente. Nada comparable con aquella conversión en 1977 en funcionarios de los empleados de los sindicatos franquistas, algunos de ellos todavía entre nosotros (me refiero en el trabajo). Ahora que las Instituciones son cuestionadas y no sólo por la afición a fomentar el turismo privado con fondos públicos, sería necesario un gran acuerdo para reformar la Función Pública. Lo primero es preguntarse qué servicios públicos son necesarios, porque, por ejemplo, si pensamos que los hospitales deben privatizarse, lógicamente sobran los funcionarios que trabajan allí. Sabiendo qué queremos que atienda el sector público se puede y debe reestructurar este y sus plantillas y elevar la productividad de los empleados públicos, y entonces perseguir a los calientasillas, porque el trabajo que estos no hacen lo hacen sus vecinos de mesa por el mismo sueldo

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