Entre
las modalidades de la protección por desempleo que, para miles de almerienses
son ya tan conocidas como la panadería de su barrio, la renta activa de
inserción es la estación término. Con ella se cierra un camino de pérdida de
ingresos que empieza en el despido, sigue con la prestación contributiva, baja
bruscamente con los subsidios y llega a la RAI. En toda su crudeza es lo que
viven hoy muchos parados nacidos en 1960. Despedidos en 2008, agotaron
prestaciones contributivas en medio de los brotes verdes, subsidios mientras se
veía la luz al final del túnel, y la RAI al tiempo que dos reformas laborales
auguraban un aumento del empleo. Ahora, como primer acto tras cumplir los 52,
acuden a solicitar, si han trabajado quince años, el subsidio que les lleve
hasta una jubilación cuya cuantía será la mínima.
La
RAI es un buen termómetro de la situación del empleo en Almería porque se
dirige a las personas con mayor dificultad para encontrarlo: los mayores de 45
años parados de larga duración, las víctimas de violencia de género, las
personas con discapacidad, etc. Y digo que refleja bien la actual situación del
mercado laboral porque dirigiéndose a esos colectivos es la única protección
por desempleo que, desde que se creó, cada mes tiene más beneficiarios que el
anterior. Tras cuatro años las prestaciones en nuestra provincia se van
agotando y aunque haya ahora un 9% más de paro que hace un año, el total de
personas protegidas ha bajado un 3%. La prestación por desempleo, la de mayor
cuantía, que en julio de 2009 la cobraban 36.000 personas, hoy la reciben 18.600
y el número de beneficiarios del subsidio descendió un 12% en un año. Como
contraste, los perceptores de la RAI aumentan un 38% en el mismo período. En
enero de 2007 eran 754, hoy son 6.000.
Este
dato debería hacer reflexionar sobre las prioridades en materia de empleo: los
parados de larga duración, personas con hijos en edad escolar que ven reducidas
sus niveles de renta hasta el extremo de dificultar las posibilidades de que
esos hijos puedan continuar con su formación, creando una desigualdad social
que amenaza con trasmitirse a la siguiente generación. Aquella voluntarista
frase de saldremos de la crisis sin dejar a nadie atrás, hoy sólo provoca una
sonrisa escéptica. Igual que aceptamos que el sol sale cada mañana y el roció
cae al atardecer, que decía el poema, estamos asumiendo que saldremos dejando a
gente a atrás y, lo que es peor, a gente con un peor futuro por delante. Y ya,
para una segunda parte, más relajada, dejo lo de comentar casos de fraude en
relación con esta renta. Que el humor sea nuestro último refugio.
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