Nos preparamos para el verano laboral. En España viviremos el éxito de la reducción del paro, aunque es mejor no atender al detalle de que la inmensa mayoría de las contrataciones son temporales y, por tanto, una gran parte se irá con el calor. En Almería, será al revés, como veremos esta semana. Sin embargo, en estos momentos en que el verano invita al optimismo y a pensar que la recuperación está hoy más cerca que ayer, lo que me pregunto es quién sufrirá y durante más tiempo las consecuencias de la crisis.
Es claro que los grandes perdedores serán los trabajadores. Aunque aquí también hay graduaciones que van desde las reducciones de sueldo, a las suspensiones de empleo, la pérdida de este o la incapacidad de encontrarlo. Tampoco será igual en todos los grupos de edad. En mi opinión aunque no son los jóvenes los que se llevarán la peor suerte, sino los parados mayores, el desempleo más peligroso socialmente es el juvenil. Un ejemplo de Almería capital nos ilustra los efectos que la persistencia de la situación está teniendo entre los mayores de 45 años. Entre 2007 y 2013 el desempleo total ha crecido un 166%, pero entre los mayores de 45 años un 203% y ya, uno de cada cuatro parados lleva al menos dos años sin empleo. La conclusión parece evidente, una gran parte de los parados mayores no volverá a trabajar, su formación no es la que requerirán las nuevas actividades y el sector del que proceden no creará el mismo volumen de empleo, al menos, no para ellos. Lo lógico sería, por tanto, garantizar sus ingresos y su jubilación. Se ha hecho lo contrario, recortando justo donde más daño hace, los subsidios por desempleo para mayores, aunque de eso ya hemos hablado.
¿Por qué me parece más peligroso el paro juvenil? Ahora que el Consejo Europeo debate el tema, recordemos que los jóvenes españoles han sufrido los grandes recortes presupuestarios: reducción de becas, subida de las tasas y un mal plan de empleo joven que vuelve a confundir inserción laboral y precariedad, y sin olvidar que estar fuera del mercado laboral a edades tempranas puede reducir rentas permanentemente. Pero, sobre todo, el alto desempleo juvenil alimenta la desilusión, y aunque sea difícil conseguir proporcionar una oferta de empleo o formativa en los cuatro meses siguientes a perder el empleo o finalizar la Educación como propone el Consejo en su esquema de garantía juvenil, urge afrontar el problema del paro juvenil con seriedad, dejándonos de medidas propaganda. Sólo hay que mirar de reojo a Turquía o Brasil para darnos cuentas de adonde puede llevar la desesperanza juvenil.
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