martes, 15 de septiembre de 2009

EL RETO DEL EMPLEO JUVENIL

Entre las peculiaridades que el mercado de trabajo tiene en nuestra provincia está la evolución que el paro por sexos y edades ha tenido en los últimos años. Hasta 2008 el peso del sector de la Construcción fue creciendo de tal manera que llegó a ocupar directamente a 23 de cada 100 trabajadores. Este sector emplea mayoritariamente hombres mayores de 25 años. La crisis del sector que ocupa ahora al 10% de los trabajadores de Almería ha afectado pues a hombres mayores de 25 años y con responsabilidades familiares, obligando a mujeres y otros miembros como hijos jóvenes a incorporarse a la búsqueda de empleo en áreas como la agricultura, el manipulado o ciertas ramas de la industria.


Por esta razón vemos como de las 18.139 personas en que creció el paro registrado en los últimos doce meses, sólo 996 eran jóvenes y ejemplo de la mejora que la situación de los jóvenes en el mercado de trabajo ha tenido en los últimos años son estos datos: mientras que en agosto de 2003 el 22% de los parados tenía menos de 25 años, en agosto de 2008 suponían el 14% del total y en agosto de este año un 11,30%.


No quiero decir con ello que las cifras sean halagüeñas y que debamos despreocuparnos del empleo juvenil. Quiero decir que en el corto plazo los planes de estímulo de la economía como el plan E con sus empleos no cualificados en la Construcción deben dirigirse a esos adultos, muchos con responsabilidades familiares, ya que su situación de desempleo puede repercutir negativamente en las posibilidades de los jóvenes de continuar su formación obligados a encontrar empleos que complemente la renta familiar. Y, para los jóvenes, tenemos la necesidad de acometer las reformas necesarias que faciliten el empleo futuro de las nuevas generaciones en sectores que propicien más estabilidad y calidad.


El primer paso para ello es la educación. Durante los últimos quince años el crecimiento económico de España excesivamente vinculado a mano de obra no cualificada cuya productividad procedía del trabajo a destajo en la Construcción ha animado al abandono de la formación, y debilitado la enseñanza que muchas veces se ha visto como una indeseada espera hasta cumplir la edad legal de trabajar.

El empleo se está haciendo cada vez más selectivo y la falta de formación aumenta el riesgo de desempleo. Hace falta un sistema educativo más cercano al mundo laboral, que reduzca la tasa de fracaso escolar y que logre que los jóvenes finalicen su educación dominando los conocimientos que requiere el mercado de trabajo, por ejemplo con prácticas profesionales en las empresas, menos utilizadas en nuestro país que en otros de la OCDE, sin que ello suponga sustituir trabajadores de la empresa por becarios.

Pero la formación no se limita a la educación reglada, los jóvenes desempleados especialmente los de baja cualificación deben convertirse en objetivo prioritario de las políticas activas de empleo para dotarles de nuevas habilidades que faciliten esa recolocación.

Unido a esas políticas activas de empleo conviene replantearnos las bonificaciones a la contratación, eliminando las que no contribuyan realmente al objetivo de creación de empleo y potenciando las que si faciliten esa incorporación a puestos de trabajo indefinidos. Cuando el 43% de los menores de 29 años tienen contratos temporales frente al 25% de la población activa total y cuando mucha de esa temporalidad no tiene justificación al tratarse de puestos estructurales que podrían solventarse con contratos indefinidos, urge retomar un dialogo social donde se aborden estas cuestiones.

Y por último, creo que además en esa mejora de las posibilidades de empleo será importante la figura del contrato a tiempo parcial, cuyo uso se está potenciando con importantes reducciones en las cotizaciones sociales. Este contrato permite compaginar formación y empleo, ya que los primeros afectados por el paro han sido precisamente los jóvenes con menor formación y dentro de ellos los que tenían menor experiencia.

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