Aprobada la reforma laboral ha surgido cierto revuelo en torno a la obligación de los parados de aceptar ofertas de formación a partir de llevar 30 días desempleado. Tampoco es extraño escuchar opiniones rechazando las políticas activas de empleo con el argumento de que basta con cobrar el paro y cuando la cosa mejore volverán a trabajar en lo suyo. Lo malo es que en muchos casos no volverá a haber trabajo de lo suyo. Y cuanto antes aceptemos esto, mejor para todos.
A diferencia de Alemania que sale de la recesión poniendo a trabajar a la gente en lo mismo que estaba haciendo, en España, tras la burbuja, una parte de los desempleados tendrá que dedicarse a otras actividades con el riesgo de que parte de este paro cíclico se convierta en paro estructural, es decir en aquel que continua existiendo a pesar de la recuperación económica.
Para entender el concepto de paro estructural pongamos un ejemplo un tanto sencillo. Supongamos que muchos trabajadores están capacitados y disponibles para trabajar en el sector de la construcción y muchos otros como agentes inmobiliarios. Pero, en un momento, las familias consideran que ya no quieren más viviendas y prefieren ponerles bienes manufacturados. Esto produciría desempleo estructural en la medida en que los antiguos trabajadores de la construcción y los agentes inmobiliarios no tendrían las habilidades necesarias para que esas empresas del sector industrial deseen contratarlos. En tres años, probablemente veremos escasez de mano de obra, salarios más elevados y precios crecientes en sectores en expansión, acompañados de un alto desempleo en otras áreas de la economía.
Para hacer frente a esa amenaza que dañaría la cohesión social es necesario abandonar la urgencia del corto plazo, es decir, las decisiones basadas en los datos de paro del próximo día 2 y fijarnos más en el medio plazo. Contamos con unas muy buenas políticas pasivas de empleo: prestaciones y subsidios. Su fin es garantizar un nivel de rentas a los parados hasta que vuelvan a encontrar empleo pero estas políticas no crean empleo porque no es su objetivo. Por tanto, cubierto este campo debemos centrarnos en capacitar a los desempleados para una rápida transición hacia nuevos empleos. Cuando la demanda interna no puede ser ya el motor del crecimiento y urge la internacionalización de la economía, se entiende la necesidad de fortalecer estas politicas.
Fortalecer las políticas activas de empleo no es equivalente a aumentar el número de ceros en la partida correspondiente. De hecho, aunque se tiende a pensar lo contrario España no es uno de los países que menos ha gastado en estas políticas. Según Eurostat al comienzo de la crisis los países de la UE dedicaban a políticas activas de empleo el 1,8% de su PIB y España con el 2,2% estaba por encima de la media.
Lo que necesitamos, por tanto, es evaluar y rediseñar estas políticas, ver cuales están funcionando, eliminar las innecesarias y aumentar las que resulten eficaces. Por ejemplo, se ha destacado la existencia del efecto peso muerto en el contexto de los contratos bonificados, que consiste en que se cobra la subvención por crear puestos de trabajo que de todas formas se hubieran creado sin la existencia de dicho incentivo, o el efecto desplazamiento, cuando las empresas que no se benefician de estas subvenciones pierden ventajas competitivas lo que les lleva a reducir la plantilla y lo que ganamos por un sitio lo perdemos por otro. Pero también es necesaria una evaluación desde el punto de vista de los que reciben esas acciones, preguntándonos qué le hubiera pasado a esa persona si no la hubieran recibido. Por ejemplo ¿mejora las posibilidades de empleo de un peón de 45 años recibir un curso de PowerPoint?
Para concluir, por tanto, no infravaloremos la importancia de unas buenas políticas activas de empleo, porque sin la capacitación de los desempleados no puede haber cambio de modelo productivo, ni competitividad exterior, ni una salida rápida a la crisis ya que las empresas preferirán ubicarse en lugares donde encuentren la mano de obra con la cualificación que necesitan y tampoco habrá una salida justa porque, como he dicho antes, en unos años nos podemos encontrar con trabajos deficitarios en mano de obra y bien pagados y con parados que no pueden acceder a ellos.
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