AUSTERIDAD INTELIGENTE
Hace
pocos meses y, ante una posible huelga, un ministro británico aconsejó a sus
compatriotas que guardaran bidones de gasolina en el garaje. Aparte del peligro
de que hubiera ardido el país entero, lo que destaca es que el ministro parecía
creer que todos los ingleses vivían en casas unifamiliares con garaje. Bueno,
pues el modelo de político que desconoce la realidad del país donde gobierna ya
está aquí y si no véase la respuesta del ministro al tema de las tasas: “Que la
familia no tiene recursos para afrontar el pago de las tasas, evidentemente se
pueden dar casos, pero no tener recursos pregunto una vez más ¿que quiere
decir? Que no se quieren dedicar recursos a eso en detrimento a usar recursos a
otras cosas”.
¿Conocen
nuestros políticos la realidad del país? Vivimos días de perplejidad. Durante
años hemos escuchado que la crisis ha expulsado del mercado de trabajo
especialmente a las personas con menos educación y que no parece razonable
confiar en que, durante los próximos años, el mercado de trabajo vaya a
acomodar de nuevo a muchos trabajadores de baja cualificación. A fuerza de
repetírnoslo hemos asumido que la recuperación no podrá venir del gasto
interno. El consumo de las familias seguirá débil debido a la necesidad de ahorrar
para reducir endeudamiento y al miedo frente al futuro. La inversión será
mínima, tanto porque el consumo es débil como porque las empresas vienen de una
fase de elevada inversión, ahora sin utilizar. Y del gasto del sector público ni
hablar cuando el objetivo es reducir el déficit. En estas circunstancias, los
impulsos hay que buscarlos principalmente en la demanda externa, es decir, en
el aumento de los bienes y servicios producidos para su venta en los mercados
globales (incluidas las ventas en el mercado interno que sustituyen
importaciones). Todo ello son actividades donde la productividad no puede
basarse en bajos costes laborales ni, por tanto, en bajos niveles de
cualificación.
En
resumen, para salir de la crisis se necesita, entre otras cosas, la creación de
capital humano, impulsar la innovación y la educación. Y la sociedad en la que
se tiene que hacer eso es, en el caso de Almería, una en la que la tasa de paro
superará el 31% durante varios años, los ingresos de los hogares sufren continuas
reducciones salariales y la protección por desempleo cae a un ritmo del 2%
mensual. Y justo, cuando la austeridad es necesaria, pero la austeridad
inteligente, se entra a recortar de cualquier manera y por las bravas. El
aumento de las tasas y la reducción de las becas afectan a familias ya
golpeadas por cinco años de crisis y no porque prefieran gastárselo esquiando
en Gstaad. A los jóvenes que ahora no puedan acceder a la formación se les
condena de por vida a una rueda de precariedad: trabajos mal pagados combinados
con periodos de subsidio. Y a la sociedad española a convivir con elevadas
tasas de paro estructural. No me puedo creer que no haya gastos en la
Universidad que no puedan ser reducidos sin tocar las tasas. Miremos a la UAL,
no hará falta un gran esfuerzo para encontrar donde recortar de verdad sin
subir las tasas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario