Empleo para jóvenes
En estos días en los que la doctrina oficial es el
pesimismo se recuerda mucho que España es el país de la OCDE con el mayor
desempleo juvenil, lo que es cierto. Pero no se comenta tanto que en la
estadística de jóvenes que ni estudia ni trabaja, por delante de nosotros está
no sólo Grecia, sino bastantes países más, como Italia o Israel. Hay una
generación consciente de las dificultades pero que no se desanima, y eso que
motivos no faltan. Entre 2008 y 2011 se han perdido en España 1,5 millones de
empleos ocupados por menores de 25 años, que suponen el 67% del total en este
período. El impacto de la crisis entre los jóvenes ha sido general en Europa, aunque
aquí con más intensidad.
Hasta ahora la reacción política de la generación
joven en España ha ido por cauces moderados. El 15M ha discurrido entre
tambores y no entre barricadas y no hemos visto surgir partidos extremistas.
Pero, nadie puede asegura que la falta de expectativas en el corto plazo, unida
al desánimo que produce observar la fábrica continua de privilegios en que
parecen haberse convertido algunas Instituciones, no desemboque en reacciones
más radicales incluso contra la democracia. Por ello es prudente prestar
atención a lo que para combatir el desempleo juvenil se está haciendo en otros
lugares, ya que, entre nosotros, a derecha y a izquierda, todo parece fiarse a
subvencionar la contratación, como ese nuevo contrato para emprendedores,
indiferentes al nulo resultado que este tipo de medidas ha dado desde 1975. Otra
cosa no, pero en 35 años por subvenciones a la contratación que no quede, con
los resultados sobre el empleo de los colectivos teóricamente beneficiarios ya
conocidos.
Pues bien, choca que para combatir el desempleo
juvenil en los llamados “países de nuestro entorno” se está haciendo casi justo
lo contrario que en España. Entre esas actuaciones destacan programas
integrales que pone el peso en la educación, combinando formación en el aula y formación
en los puestos de trabajo, con un contenido ajustado a la demanda, con una focalización
adecuada de colectivos, coordinación entre las instituciones responsables y
ayudas económicas para asegurar la participación de los estudiantes. Esto
último no deja de tener su gracia, comparado con España, donde se endurecen las
condiciones para acceder a becas, quizás para conseguir que también en jóvenes
que ni trabajan ni hacen nada ocupemos el primer puesto. Una vez más: recortar
es fácil, gestionar es más difícil y un gestor responsable tiene que evitar que
los jóvenes cambien el pupitre por el banco del parque combinado con el de la
oficina de empleo.
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